José Luis Cuerda, famoso, entre otras cosas, por ser el padrino de uno de los niños prodigio del cine español, Alejandro Amenábar, escribió uno de los guiones más surrealistas que ha existido en la Historia del Cine, y se marcó esta obra maestra de la comedia. Estamos hablando de una película que hay que ubicarla en 1988, momento en el que aún era digno llevar hombreras, y que recoge una plantilla de actores habituales del cine y televisión en castellano. "Coño, el de "Los ladrones van a la oficina" ¡Qué tiempos!" dirás cuando veas a uno. "Hostia, el profesor pureta de "Compañeros" pero sin bigote, joder" dirás cuando veas a otro. Y así. Entre los más famosos destacan Antonio Resines, el señor P. Tinto, El Comisario luciendo cuello o Gabino Diego. (¿Y dónde estaba Jorge Sanz en ese momento?).
Esta película es una oda al humor surrealista, repleta de diálogos hilarantes, situaciones delirantes, personajes locos, escenas absurdas... Una maravilla. Cuerda consigue que entremos en ese pueblo como si fuésemos un turista más o un aldeano curioso, observando el día a día de todos estos magníficos personajes. El negro que camina en zig zag, el alcalde que habla con sus compatriotas tras ahorcarse, la mujer que da a luz dos niños cada vez que tiene un coito, el médico que se alegra de lo bien que se está muriendo su paciente:
"¡Se te está muriendo divinamente, te lo juro! Tenía ganas de que vinieras para poder decírtelo. Puedes estar orgulloso, ¡de verdad!, de los años que llevo de médico nunca había visto a nadie morirse tan bien como se está muriendo tu padre. Qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia. Estoy disfrutando que no te lo puedes ni imaginar..."
"Amanece, que no es poco" es una de estas películas que podrías ver una y otra vez, nombrando los diálogos de memoria con los colegas y echándote a reir cada vez que recuerdas alguna de sus fantásticas escenas. Nada tiene que envidiar a los geniales Monty Python. Una pena que en el cine español no abunden más "idas de bola" de esta categoría. Seguro que Joaquín Reyes y los suyos deben de haberla visto en numerosas ocasiones, se nota mucho su herencia.
¿El argumento? Bueno, eso es lo de menos. Se podría decir que es una sucesión de situaciones surrealistas, al estilo sketch, pero conectadas a modo de subtramas que se desarrollan con el único objetivo de hacernos estallar en carcajadas. Uno de los grandes méritos de esta película es que logra entretener durante 110 minutos. Tarea harto difícil ya que explotando ese estilo de humor, es muy fácil hartar al espectador. Hay que saber encontrarle el equilibrio a lo absurdo para que resulte interesante y desternillante en todo momento.
Toda una proeza, señores.
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