jueves, 6 de diciembre de 2007

Bidones en la Sala Teatro, Parte 2 de 6

Llegamos a la altura de la heladería y Génesis nos hizo frenar en seco.

- Chicos, el plan es el siguiente: entro, hablo con ella y si accede, te doy un toque al móvil, Niebo, y entran.

- Vale, por mí bien.

- Joder ¿y no podían haber quedado en una cafetería?- Se quejó Bruno.

- No, ella me llegó a decir hace tiempo que le gustaban los helados. No sé, cuando se me puso a llorar en plena conversación de chat, lo primero que se me vino a la mente para consolarla fue el invitarla a un helado.

- Ños, es que acabo de comerme un helado.

- Nadie te obliga a comerte otro, Bruno.- Le recordé yo.

- Ya, pero es que un cafetito sí que...

- ¡Vale, ya! Chicos, tengo que entrar. Si de verdad quieren ayudarme, entren cuando de el toque.
Asentimos con la cabeza.

Apenas cinco minutos después, mi móvil comenzó a sonar con la melodía de "Cowboy Bebop" (es la melodía que elegí para Génesis, como ella es japonesa, pues siempre pongo temas de anime como referente a sus números de teléfono. Además, no veas como mola ese temazo). Bruno y yo nos apresuramos a entrar. Tenía curiosidad por saber hasta qué punto se ajustaba la descripción que nos había dado Génesis sobre esa ciberfriend que se había hecho.

- Estos son Niebo y Bruno.- Dijo nuestra fotógrafa favorita, incorporándose al vernos entrar. Los buenos modales nipones siempre estarán ahí, por muy occidental que ella parezca. Lo cual es todo un puntazo.

Entonces la vimos, una joven de piel pálida, contrastando con su pelo negro profundo y un aura de fragilidad propia de las figuras de Lladró. Debía de rondar los 17 años. Nos sentamos y, tras las típicas coñas de Bruno para romper el hielo (algo más que recomendable, sobre todo en una heladería), entramos en el asunto en cuestión. Se ve que la chica no puso impedimento en tratar ese problema que tanto le aturdía.

Yo, llevado por la curiosidad, me concentré y, aprovechando en uno de estos momentos en los que soltó un sollozo, le puse mi mano sobre el hombro. Entonces, la maquinaria onírica brotó repentinamente en mi interior.

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