viernes, 21 de diciembre de 2007

Nubes de lágrima difícil

Estaban allí arriba, amontonadas, interrumpiendo cualquier rayo solar. Era uno de estos días asquerosos que no les gusta ni a los amantes de la lluvia, ni a los que tienen complejo de girasol. Grises, distantes, nubes observando, con su esponjoso complejo de superioridad, cualquier movimiento que ocurriese bajo sus miradas gélidas. No lloraban. No terminaban de romper a llover, se tragaban aquella agua bendita.

Así se podía decir que estaba yo.

Las miraba con cierta complicidad, sentado en las escaleras del portal. Allí vivía Casandra. Bueno, no exactamente; allí vivía sus tíos. Como sus padres no vivían en Arrecife, ella, a menudo, pasaba la noche en ese edificio de la capital. Horas antes la había visto entrar, con esa detestable amiga... ¿cómo se llamaba?... ¿Ráquel? ¿Rebeca? Empezaba por "r"... creo... Bah. Da igual.

Era difícil describir lo desolado que me encontraba. Fue uno de esos días de tránsito, trayecto trágico entre la ruptura de nuestra relación, la asimilación lenta del desquebrajamiento emocional, y la depresión profunda y espesa. Estuve un buen rato sentado en aquellos escalones fríos, pensando en si tocar o no en el portero ¿Qué podría decirle?

- Perdone ¿está Casandra? Es que me da que se ha dejado perdido un sable... concretamente clavado en mi corazón.

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