domingo, 9 de marzo de 2008

Cómo conocí a Casandra, Parte 3 de 5


- Has aparecido en un momento muy duro en mi vida, Javier, te lo agradezco.

- Llámame Javi. Es cierto, tú también has aparecido cuando más lo necesitaba. Tal vez ha sido Madame Destino la que nos ha unido.

Una conversación grabada en mi memoria. Luego recuerdo que le pedí el número de teléfono. Mientras una de sus amigas le cogía de la mano para salir de la verbena y volver a casa me miró con una luminosa sonrisa y me dijo:

- No te lo daré aún, si es cierto lo que dices, el destino nos volverá a unir ¡Espero que sea pronto!

Y se fue. Yo me quedé en medio de la pista, entre las botellas rotas, los vasos de plásticos... en un reino donde yo era el rey y los jóvenes tumbados en el suelo por coma etílico eran mis fieles soldados. Vale, sé que no es una visión muy romántica, un tanto apocalíptica incluso, pero lo que hacen las escenas románticas no son los escenarios ni los extras que la conforman sino las palabras y los dos protagonistas.

Pasaron los días, las semanas y comencé a desesperarme. Sentía que la había perdido, que había desaprovechado la mano de Madame Destino, que debí de haberle pedido el número de teléfono. Comencé a ver chicas que se parecían mucho a ella por todas partes. Solía pasar mucho tiempo a solas, mucho tiempo fuera de la realidad, como en una burbuja que me aislaba de todos. Una vez entré en el cine, a ver una de esas películas de acción con héroe musculoso... ¿cuál era?... Ah, sí, era Triple X, si no me equivoco. El caso es que mientras Vin Diesel repartía golpes a contra reembolso, una pareja se besaban en una de las butacas de delante. Recuerdo que los miré con cierto atisbo de envidia. Bueno, lo reconozco, fue casi humillante. “Esos podríamos haber sido Casandra y yo” pensaba constantemente. Pero intenté no llevarme por la desesperación, tan sólo me apartaba un poco de todo el mundo, supongo que tenía la esperanza de que sólo Madame Destino nos volvería a unir.

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