martes, 8 de enero de 2008

Bidones en la Sala Teatro, Parte 5 de 6


- Qué pasada...- Bruno fue el primero en romper la burbuja de silencio en la que estábamos inmersos.- Esto parece el decorado de “Mad Max 2”.

Y no iba tan desencaminado.

Ante nosotros se expandía un inhóspito submundo de butacas volcadas, charcos de orina, cáscaras de fruta, bolsas de plástico, algún que otro carro de supermercado oxidado... Nos tapamos la boca con las manos, intentando evadir el acentuado olor pestilente que desprendía cualquier centímetro cuadrado del lugar. Un paraje sin ley. Más allá de las barandillas que delimitaban el segundo piso, seguían los trailers, desvelando un sin fin de spoilers sobre las películas que estaban por llegar.

- ¿Por dónde comenzamos?- Pregunté.

- Separémonos. Bruno, ve a la izquierda, Niebo, por la derecha. Yo iré hacia la zona del fondo. Intenten encontrar a alguien que se ajuste a la descripción que nos dio Angélica.

Asentimos con la cabeza y nos pusimos manos a la obra.

Debía de haber un centenar de mendigos en aquel reino perdido, en diferentes actitudes: unos dormía en cajas de cartón o en casetas formadas con butacas arrancadas, otros miraban hacia la pantalla, otros discutían por cigarrillos, otros bebían cajas de vino barato. Había varios bidones que escupían llamas amables y que calentaban sus manos frías. Desde el techo casi podría observarse una extraña formación de luces amarillentas, similar a la de una constelación ebria.

Al igual que mis amigos, fui de bidón en bidón, intentando encontrar a alguien que portase el perfil indicado. Muchos de ellos nos miraban con recelo, pero la gran mayoría, acostumbrada a recibir muchos extraños desamparados cada día, parecía ignorar nuestra presencia, lo cual era de agradecer. Realmente no sé qué fue lo que me ocurrió, no sé si fue fruto del sueño que había vivido apenas una hora antes, o si me dejé llevar por las fechas navideñas, el caso es que, nada más verlo, una parte de mi tuvo unas ganas inmensas de abrazarlo.

- ¿Mauricio?- Le pregunté, reprimiendo unas lágrimas en mis ojos enrojecidos.

Su rostro, cruzado por arrugas propias de una vida insana, mostró un ligero aturdimiento nada más verme. Su cabello canoso era bastante menos poblado de como lo vi en mi sueño de alquiler. No obstante, y a pesar también de su marcada delgadez, seguía siendo el hombre que buscábamos.

No hay comentarios: