lunes, 14 de enero de 2008

Pañales escalofriantes

Ayer quedé con Arón y Bruno en la cafetería de Lolita. Coincidió que tanto Arón como yo teníamos día libre (es decir, lejos de las recepciones de Isla de Lobos y Brytoria Paradise, respectivamente), y Bruno, bueno, a Bruno se le había atragantado una de las asignaturas de su módulo y quiso despejarse esa tarde. Estuvimos hablando de las fotos de los muñecos de bebes hiperrealistas que nos había pasado Arón por e-mail. Les aconsejo que entren aquí para verlos. De todas formas les dejo dos imágenes bastante sugerentes al respecto:




- ¿Y qué les parece? A mi se me pusieron los pelos de punta cuando vi las fotos.- Comentó.

- Así que mirando fotos de bebes... se ve que lo tuyo con Katya va en serio ¿eh?- Dije, aprovechando que Arón tiene la vena sensible al respecto.

- ¿Tú también me tiras indirectas? ¿Pero qué se creen que soy? ¿un surtidor de semen andante?- Se incorporó con violencia, cogiendome del cuello de la camisa con las manos.- ¿y mis necesidades? ¿nadie tiene en cuenta mis necesidades?

- Guau. Se ve que estás suceptible ¿eh?- Apuntó Bruno.- Siéntate antes de que nos echen y no pueda comerme esta deliciosa porción de tarta.

- Hablas como una mujer inglesa de 50 años.- Dijo Arón, haciendo caso a su petición.

- Yo creo que se pasan un poco. No me imagino a una niña de siete años jugando con uno de esos bebes.- Dije yo.- Es por ello que estos muñecos, que no deben de ser baratos, precisamente, tienen que ser para adultos excéntricos, coleccionistas frikis.

- A mí me dan mucha grima, la verdad ¿De verdad somos tan feos al nacer?- Preguntó Bruno.- O es que, al ser de plástico, resultan más grotescos.

- Yo creo que ahí está la cuestión.- Opinió Arón.- Si fuese un ser humano, vivo, que bosteza, mueve los ojos, gesticula... sería otro rollo. Pero verlo así, tan próximo a un niño pero, al mismo tiempo, carente de vida alguna, eso es lo que resulta escalofriante. Bueno, por lo menos para mí. Y no hablemos ya de las confusiones a las que daría pie un muñeco así. La gente los confundiría con bebés de verdad y se montarían líos dignos de la mejor comedia de enredos.

- Qué movida...- Murmuró Bruno.

- Cierto. Eso sí, muchas solteronas fantasiosas se alegrarán. Gente que, por degracia, se ha frustrado por no poder haber tenido hijos, por las razones que fueran, encontrarán en ese trozo de plástico perfilado, una salida, un alivio.

- Sí, es acojonante.- Comentó Arón. Se llevó la palmera a la boca y puso cara pensativa.

Todos nos quedamos en silencio, reflexionando sobre todas las posibilidades que unos muñecos así podían dar. Pero, sobre todo, valorando el mal rollo que desprendían estas pequeñas esculturas repletas de detallismo.

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