jueves, 3 de enero de 2008

La queja del Señor Nilssen


- Feliz año, Niebo

- ¿Feliz año niebo? Me gusta. Un interesante juego de palabras. Gracias, Ingel. Me da que lo voy a utilizar en mi blog.

- Estás loco, muy loco.

- Forma parte de mi encanto natural. La frescura fluye por mis poros.

- Ya veo, ya veo.- Comentó la guía, soltando una ligera y agradable risita.- Veamos. Los clientes... Nilssen, eso es. Creo que son los de la habitación 15.

- ¿Te refieres al asunto de las cucarachas?

Ella asintió.

- Eso está solucionado. O eso creo. La verdad es que resulta muy extraño, ya que ningún otro cliente se ha quejado de tener cucarachas y hace poco que fumigamos el complejo entero. No sé, de todas formas ya pasó una de las mujeres de la limpieza para pasar el spray por tercera vez. Creo que fue ayer. Si no vuelve a funcionar habrá que echar mano de armas de destrucción masiva.

- Y aún así sobrevivirían.

- Sí, lo sé. Ellas y las ratas. Una de las pocas curiosidades científicas que todo el mundo parece conocer. Incluso en Escandinavia, donde apenas existen estos bichejos ¿no?

- Por suerte. Yo las descubrí cuando me vine a trabajar a aquí. Repugnante ¿Te importa si voy a hablar con los clientes un momento?

- Sin problema. Te acompaño.

Caminamos por la parte trasera, la que da a las escaleras de algunos de los apartamentos del piso alto. Hablamos de los días de lluvia que nos han ido sorprendiendo de vez en cuando. Fue entonces, a unos 20 metros del apartamento en cuestión, cuando vimos a un hombre dar pisotones en el suelo.

- ¿Qué le pasa?- Preguntó Ingel, frunciendo el ceño.

- No sé, estará intentando desestabilizar las placas oceánicas.

El cliente, que no era otro que el del apartamento número 15, levantó el pie y observó, victorioso, su triunfo. No pudimos verlo bien, pero se intuía cierta cosa de color negro o, al menos, oscuro, que cogió del piso y guardó dentro de un vaso de plástico. Ajeno a nuestras curiosas miradas, subió las escaleras a su apartamento, contento como él solo.

- Qué personaje...- Murmuré.

Tocamos en su puerta. Abrió con una actitud distinta a la mostrada segundos antes; parecía estar claramente irritado, con indignación marcada. Nos comentó que esa noche había encontrado otra cucaracha en su dormitorio y que quería una compensación.

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