viernes, 11 de enero de 2008

La queja del señor Konttinen


- ¿Qué tal, Ingel? ¿cómo sigue este comienzo de año?

- No me quejo. Me compré un coche nuevo y estoy muy contenta.

- Me alegro. Tan pronto como pueda me pasaré por alguna gasolinera y te compraré algunas cintas de casete de Arévalo.

- ¿Aróvalo? ¿Quién es? ¿un cantante?

- No, déjalo. Cosas mías. ¿Qué te trae por aquí?

- El cliente del apartamento 37.

- Apartamento 37... apartamento 37...- Murmuré al tiempo que consultaba la lista de estancia en el ordenador.- Los Señores Konttinen ¿no? Ya los he cambiado de apartamento.

- ¿Ah, sí? Porque ellos habían reservado un apartamento alto.

- Sí, pero debido a la alta ocupación que teníamos, tuvimos que darle uno bajo durante unos cuantos días. Pero, por suerte para ellos y para nosotros, los hemos cambiado a uno alto. Están en el 14 ahora.

- ¿Por suerte para vosotros? ¿Y eso?

- La señora Konttinen, que, por lo que parece ser, es casi 20 años más joven que su marido, tiene por costumbre el tomar el sol en tanga. Y, claro, la chica no es precisamente un adefesio. Por su culpa hemos dado de baja a dos chicos de servicio técnico. Pasaban por delante del 37 y se nublaban tanto que no recordaban que a unos metros estaba el muro de medio metro, que separa nuestro complejo de la obra contigua. Brazos rotos, fracturas de diverso tipo. Claro, por este lado es un muro de medio metro, pero por el otro es de casi cinco.

- Vaya, pobrecitos.

- Ahora la señora Konttinen puede tomar el sol en su balcón sin que nadie la vea. A no ser que a los del servicio técnico les de por pintar las azoteas. En fin... No me extrañaría para nada. Son los daños colaterales de tener un culo perfecto.

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